
Los empleados postales tratan de cumplir los deseos de los remitentes en la medida de sus posibilidades y dejan las cartas a Dios entre las desgastadas piedras del muro.
De nuevo, cada día llegan bastantes cartas dirigidas a Dios a la oficina de correos de Jerusalén y, aunque cueste creerlo, no van a parar a la basura, nada de eso. Los carteros de la ciudad las depositan a diario en el apartado de correos que han reservado para el todopoderoso.
Una vez al año los empleados del servicio postal israelí llevan las cartas al muro de las lamentaciones, introduciéndolas entre sus grietas. No hay que olvidar que este muro
es el último resto del Templo de Jerusalén, en el que la Biblia situaba la residencia de Dios.
Este pequeño, pero solemne rito, tuvo lugar ayer y, según parece, este año 2008 se ha producido un fuerte incremento de la correspondencia recibida, aunque los carteros desconocen el motivo. A nosotros se nos ocurren algunas ideas.
Las cartas, eso sí, se dejan sólo seis meses en el muro. Pasado este tiempo se retiran de ahí por los mismos empleados, que no aclaran su destino final.
Fuente | Noticias Cristianas