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La tormenta...

Neal Beidleman sobrevivió la fatal expedición de 1996 en la cual ocho alpinistas murieron en el monte Everest. Algunos de ellos habían pagado 65.000$ por la oportunidad de escalar el pico más alto del mundo. Cuando evaluaron lo que les salió mal, Beidleman dijo: "Las trajedias y los desastres... no son resultado de una sola decisión, de un solo acontecimiento ni de un solo error. Son la culminación de cosas en tu vida. Pasa algo y eso se convierte en un catalítico para todo lo que has arriesgado."
En el Everest, ese "algo" fue una feroz tormenta invernal. Según el periodista Todd Burgess: "De no haber sido por la tormenta, los alpinistas podrían haberse salido con la sulla al correr tantos riesgos. Pero la tormenta sacó a flote sus debilidades".

Las cosas que están en riesgo hoy en nuestras vidas -cosas de indiferencia o desobediencia espiritual- pueden abrumarnos cuando vienen las tormentas. Jesús contó una historia de los edificadores necios y sabios para resaltar la importancia de la obediencia a sus palabras (Mateo 7:24-27. Dijo: "Por tanto, cualquiera que olle éstas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca" (v.24).

La obediencia a Cristo no elimina las tempestades de la vida, pero sí determina si caemos o permanecemos de pie en la tormenta.

Las tormentas de la vida revelan la fortaleza de nuestra fé.

Original: Nuestro Pan Diario, Martes 11 de noviembre del 2003.
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